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2011, el año de la cobardía

enero 1, 2011

El silencio ante la injusticia, es la principal injusticia.

Ayer 31 de diciembre todavía revoloteaba el teclado de mi ordenador con unos dedos silenciosos, escribía con el pesimismo de haber visto un 2010 naufragar en el mar de la hipocresía humana, en el mal de nuestra sociedad, ciega de consumo y egoismo. Mis palabras eran oscuras, apenas podían transmitir un simple gesto positivo, era incapaz de pulsar varias teclas y que saliese una palabra relacionada con la felicidad o el bienestar, mi propio cuerpo protestaba cuando intentaba reflexionar de manera esperanzadora sobre nuestro futuro, ¿ni tan siquiera yo estaba convencido del cambio?. Al final desistí y dejé de escribir…

Llevo hablando del cambio desde hace años, ya sea a través de Burbujona, a través de mis amigos y familiares, como a través de este joven blog que ayer perecía en mi impotencia. Hoy ya despierto, pero sin ganas de despertar, emprendía un 1 de enero de 2011 con si cabe menos ganas, aprovechaba para leer un libro que cayó tras un cúmulo de circunstancias en mis manos. Su título lo decía todo: «Las Nuevas Tecnologías y los Valores Humanos», y, tras devorarmelo con suma facilidad, vi que Alfonso Gago (su autor) se apuntaba en 2000 a las mismas ideas que yo empecé a generar en 2004, cuando por mi mismo comencé a darme cuenta de que este mundo ya no funciona, y que las reglas están cambiando.

No será casual tampoco que además de haber caido ese libro en mis manos, haya encontrado reflejadas ideas que he generado leyendo, estudiando, preguntando, y sobre todo, observando. Hoy mismo le transmitía a un amigo que estamos ahora mismo en un circo decadente donde la sociedad productiva es cada vez menor, en ella payasos mal vestidos, trapecistas mal pagados y domadores hastíados trabajan por pura inercia, mientras la misma sociedad protagoniza a un público que sigue pagando su entrada forzosamente, pese a que el espectáculo ya no gusta a nadie, pero las normas rigen un circo en el que quieras o no quieras tienes que entrar. Detrás entre bambalinas está el dueño del circo, contando los billetes que ese público había pagado, entre los que se incluyen algunos que en su día eran actores de ese circo, pero que ahora sobraban porque cada vez hay menos ingresos.

El dueño del circo está cabreado, cada vez ingresa menos, pese a esto mantiene el circo abierto y paga muy bien a otros cuantos afortunados que desde su posición contemplan el circo que se derrumba, donde ya nadie disfruta o interpreta el espectáculo con alegría, los payasos con sus colores desgastados apenas hacen sonreir a los pocos niños que han venido, porque cada vez nacen menos.

Ha llegado el momento de contar la recaudación, los actores del circo que producen el espectáculo necesitan como sea cobrar lo justo para poder pagar las hipotecas de sus carromatos sobrevalorados, lo que les ha llevado a aceptar cada vez peores condiciones, y los leones languidecen porque apenas pueden comer. El dueño después de pagar una miseria a los que producen, retira el resto (90%) para seguir manteniendo intacto su nivel de vida, su barriga grasienta y su brillante carromato con ruedas de oro. Los que están a su lado son conscientes de la injusticia, pero un buen sueldo les hace callar, saben que si hablan terminarán entre el público, parados y contemplando el espectáculo que a nadie gusta.

Y así es queridos lectores este mundo, un circo decadente que ya no atrae a nadie, que un gobierno inhábil mantiene a base de saquear lo poco que nos queda a los actores que producimos en este escenario donde unos pocos entre bambalinas luchan denodadamente por mantener su ritmo de vida, que mantiene en el hambre y la miseria a los desheredados, gente que nisiquiera ha podido entrar al circo porque ya no tienen nada.

Mi visión global del problema de esta sociedad me duele, porque es cierta, no hace falta ir muy lejos para ver que pese a que aún podemos pagar nuestro coche, nuestra casa y nuestras juergas con los amigos, cada vez vemos más cerca el final de este episodio de luces, en el que el circo brillaba por todas partes y la gente no cesaba de entrar y pagar alegremente lo que le pedían por cualquier cosa, y si uno no tenía suficiente, pedía prestado y seguía engordando la rueda que unos actores producían para deleite de todos: magos de las finanzas, domadores de masas, payasos de la política, funambulistas de la economía, trapecistas del arte…

Todos ellos quieren creer que esos tiempos regresarán, que el dinero regresará, pero no, se ha quedado en un sitio donde unos pocos lo guardan para intentar vivir en una burbuja de riqueza, tienen muchísimo más de lo que necesitan, pero sin embargo mantienen secuestrado al dinero, que muerto de asco deja de producir riqueza y queda enterrado mientras gobiernos y ciudadanos no cesan de emitir y recibir el mensaje repetitivo de que tenemos que arrimar el hombro y tragar con la injusticia, porque es lo que nos arreglará los problemas.

Sabemos que no es así, y que la justicia no se consigue con medidas injustas. Hay recursos suficientes en el planeta tecnológico que hemos generado, con un cada vez mejor acceso a la información los paises del tercer mundo podrían desarrollar tecnología que mejorase sus métodos productivos, con un reparto un 5% más justo de la riqueza descendería el paro probablemente a la mitad, con un reparto más equitativo de las necesidades de producción seguramente no habría paro, pero no, tenemos o queremos mantener a toda costa un nivel de vida y nos da igual si nuestras horas extras impiden trabajar a un semejante, las aceptamos ya sea por dinero o por no perder nuestro puesto de trabajo, en definitiva, somos cómplices de un circo decadente, injusto, donde muchos sin hacer nada se llevan el dinero de los que trabajan, donde pocos manejan los hilos de la carpa que con la amenaza de que si se van se nos caerá encima, nos mantienen esclavos de su dictadura, y esos esclavistas tienen nombre y apellidos, trabajan en consejos de dirección de empresas de telefonía, electricidad y banca, han tejido una estructura con la connivencia de todos, y, ahora, las pequeñas empresas, sostén de la economía, tragan con sus directrices, acatando, so pena de ser destruidas, lo que les dictan desde las grandes que manejan el cotarro pero no la producción.

No se como lo ven ustedes, yo lo veo muy claro: aquí falta decir las cosas en el día a día, veanse a ustedes mismos en un bar a las 9 de la mañana, cuando en su jornada laboral debaten en el café sobre lo mal que está todo, lo mal que lo hace Zapatero, y que mierda de trabajo que tienen… y de la empresa mejor ni hablamos, siempre mal gestionada y que cada día pone menos recursos al trabajador (y productor por extensión) para que la vida sea más llevadera y eficaz. Al ratito del desahogo, incluso el mismo jefe que siente que algo va mal, cogerá el teléfono de otro jefe que a su vez depende de otro, que a su vez depende de unos pocos clientes que van soltándole migas y estos a su vez tienen un consejo de dirección en los que se repiten las caras, los apellidos y por desgracia, las pautas de comportamiento animal, egoistas, vanidosas, hipócritas. Esa hipocresía de nuevo regresa por el mismo canal hasta su jefe, que se queja amargamente de lo mucho que trabaja, pero que acepta silenciosamente lo que le han dejado sobre sus hombros, él a su vez transmitirá ese pesar a sus empleados, que tambien se quejarán en su mayoría silenciosos, mientras que los pocos que se quejan de la raiz del mal, caen en desgracia.

Ya tengo muy claras las cosas, lamentablemente claras. Hoy en día el ser humano en el nuevo sistema ha de renunciar a su esencia, a sus valores, a su humanidad, todo ello  para alimentarse. También ha de renunciar a sus ideas, a sus convicciones y callar ante la continuada falta de respeto a los más mínimos valores éticos y morales. Las empresas se cargan de hipocresía anunciando en sus intranets que son lo mejor, que ayudan a la sociedad, que respetan a sus trabajadores, pero a la hora de la verdad no saben que es eso, no contratan a personal suficiente, mantienen con pinzas el funcionamiento del circo particular que cada empresa tiene, gestionando cada día con más apariencia y menos recursos un conjunto de actores que producen sin parar, pensando o esperando que algún día ellos también estarán entre los que entre bambalinas se reparten el dinero.

2011 va a ser el año de la cobardía, porque vamos a callar en nuestras oficinas, vamos a callar en nuestro devenir diario, vamos a callar viendo en la TDT el «Gran Hermano 24 horas», vamos a ser testigos silenciosos del circo… muchos desde los asientos sin hacer nada, otros con cara de angustia trabajarán y trabajarán, quizás con mejor cara según sea su salario pactado, pero aún así tendrán los ojos del que actúa sin creer en su proyecto, porque ve que mientras él se esfuerza, otros muchos parece que no quieren saber nada de compartir, de humanidad y de respeto, o peor aún, quizás ya sea usted uno de ellos, y sea consciente de que es miembro del silencio a cambio de un estilo de vida que se desmorona.

Les deseo un feliz 2011, a ver si en 2012 puedo ver el cambio que tanto espero, mientras tanto seguiré denunciando lo que me parece mal, porque es mi obligación moral y ciudadana. Este próximo lunes cuando vayan al café piensen en lo que les escribí, quizás empiecen a percibir cosas que antes no percibían.


Un comentario

  1. Lamentablemente , estamos en un extraño ciclo de autocomplaciencia , en el que ni tan siquiera reaccionamos aunque nuestras libertades se vean coaccionadas . Todo este «embotamiento» obedece a unas leyes no escritas que manejan unos pocos , y estos también saben que un hastío provocado , y prolongado , puede mutar en la más poderosa de las revoluciones . ¿ Es posible ? Quien sabe , pero ahi queda para el recuerdo la toma de la bastilla …



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